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ROAD TRIP DE 24 HORAS POR LA GREAT OCEAN ROAD DE AUSTRALIA

El memorial de guerra más extenso del mundo 

Por: Milagros Wade

 

    
Si hay algo en que muchos viajeros estamos de acuerdo, es que no hay mejor plan que el de encarar la ruta hacia un nuevo destino. Viajar, en el sentido más terrenal de la palabra: con música a todo volumen - si sos melómano como yo-, rodeado de buena compañía y con algo rico entre manos, preparado previamente para la ocasión. En viajes así, sólo queremos que el tiempo se prolongue y que los kilómetros se estiren como un chicle viejo, alejando la llegada de nuestros mapas. Por suerte existen rutas como la famosa Great Ocean Road australiana, donde el trayecto es el destino en sí mismo: el verdadero roadtrip - tan inherente al ADN cultural de Australia - donde no hay un lugar específico al que llegar, sino disfrutar de los varios que pasan por tu ventana - como una película - hasta toparte con aquel que te obligue a bajar por un rato. En el caso de la Great Ocean Road, esos lugares pueden ser muchos: desde las playas extensas y desérticas con acantilados como Bells Beach, los pueblitos costeros aledaños como Lorne o Apollo Bay, hasta los miradores del parque nacional Port Campbell. ¿Lo mejor de todo? No necesitás semanas de viaje para recorrerlos, sólo un mínimo de 24 horas.

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Primeros kilómetros y su historia 


—El café lo compramos de camino—, dijo mi hermano, impaciente, al volante. Eran las 9 AM en Melbourne y no había mucho tiempo que perder: sólo teníamos 24 horas para recorrer los 307 kilómetros que nos separaban de Bay of Islands, el último mirador de la ruta. Se puede hacer perfectamente, siempre y cuando no te desvíes mucho del camino, que bordea la costa de principio a fin. El cielo despejado y los rayitos del sol matutino alivianaban el frío del invierno incipiente. La primera parada fue la ya mencionada Bells Beach, el paraíso surfer y sede anual del Rip Curl Pro, uno de los campeonatos más importantes de surf a nivel mundial. El mirador de madera que la vigila desde arriba era el escenario ideal para una buena primera foto.

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El nombre original de la playa es Djarrk, otorgado por los Wadawurrung, comunidad originaria de la zona.

Foto: M.W.

Sin embargo, la entrada “oficial” de la Great Ocean Road (técnicamente referida como la B100) recién se verá 29 kilómetros después, en el llamado “Arco de la Memoria” o Memorial Arch. Esta segunda parada es obligatoria: no sólo para posar bajo su punto de partida hecho de troncos, sino también para leer los carteles explicativos del origen y significado de la ruta, construida en 1919 por soldados de la Primera Guerra Mundial en honor a los caídos. Fue financiada por el gobierno del estado de Victoria que, además de homenajear a los combatientes con el monumento de guerra más largo del mundo, proporcionó una fuente de trabajo a los combatientes desempleados una vez finalizada la guerra. 

Paradas gastronómicas en el camino 

 

Era cerca del mediodía cuando llegamos a Lorne, un pueblo de 967 habitantes que, sin dudas, se mantuvo a la altura de los paisajes pictóricos que veníamos viendo, estupefactos: una combinación casi armoniosa de olas peinadas de un azul oscuro y limpio a lo lejos, la pradera verde cortada por la ruta en la que andábamos y un clima exquisito que ameritaba bajar las ventanas; ahí entendí por qué es galardonada como una de las rutas más hermosas del mundo. A las 12.35 del mediodía, Lorne - con su calle principal mirando al mar, sus construcciones bajas y de un blanco lavado y el silencio de sus calles - transmitía la misma paz que el paisaje. Después de unos merecidos “fish and chips” (pescado frito con papas fritas), uno de los platos rápidos más típicos de Australia (que originalmente viene de Inglaterra), re-emprendimos la ruta hacia el parque nacional Port Campbell, nuestro último destino del día. 

 

En el camino tachamos el pueblo costero de Apollo Bay y una parada gastronómica imperdible: su reconocida panadería y pastelería “Apollo Bay Bakery”, hogar del famoso scallop pie (pastel de vieiras), una versión marina del pastel de carne tradicional del país. Entraban y salían del horno amontonados en bandejas que los empleados sudados manejaban audazmente; a diferencia de los otros sabores, este pastel no duraba ni un minuto en exposición. Así que sin dudarlo, nos sumamos a la fila de clientes ansiosos por probarlos: ni el pescado frito sin digerir ni el apuro por ganarle la carrera a la luz del sol eran tan importantes como degustar la insignia del pueblo. 

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Café de Lorne y hostel de la cadena YHA en Apollo Bay. Foto: M.W.

Encuentro con un querido amigo 

El grito eufórico y repentino de mi madre a los 15 kilómetros de la salida de Apollo Bay cortó abruptamente el trance en el que la modorra me había inducido. ¡KOALAAAAA! ¡KOALA!, aullaba descontrolada mientras andábamos por los senderos verdes del Great Otway National Park. No la culpo: tener la posibilidad de ver a uno de los animales más famosos de Australia y, a la vez, más difíciles de encontrar en su hábitat natural (las ramas de los eucaliptos), era toda una hazaña; sobre todo a la tarde, su hora de sueño. Pueden llegar a dormir hasta 20 horas por día, por eso las chances aumentan significativamente por la mañana o durante el atardecer. 

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Los koalas nacen ciegos, sin pelos y sin orejas: todo se desarrolla en los seis meses siguientes.

Foto: M.W.

El paseo por ese parque nacional era nuestra segunda y última parada antes de la recta final, el Port Campbell National Park. Ubicados a menos de 100 kilómetros de distancia, ambos parques son muy distintos entre sí: el Great Otway está apenas más alejado de la costa que el Port Campbell pero predomina mucho más el verde: en sus senderos sinuosos, en el follaje de sus árboles altos y lánguidos y en sus arbustos bajos y frondosos. El agua es dulce y cae en forma de cataratas, las más famosas las Erskine Falls, Hopetoun y Kalimna. Pero tanto estas como el Cape Otway Lighthouse, un faro construido en 1848 - el más antiguo de Australia-  y una de las principales atracciones del parque, quedaron para otra ocasión: teníamos una hora para llegar al último tramo del viaje antes del atardecer. 

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Hay más de 17 cataratas en el Great Otway National Park. Foto: M.W.

Recta final: los 12 Apóstoles

 

Estas formaciones rocosas de 45 metros de altura - que poco tienen que ver con la alusión religiosa de su nombre - son la principal atracción turística de la ruta e incluso del estado de Victoria, la foto de cabecera del aeropuerto y de miles de turistas que posan con el espectáculo natural a sus espaldas y, si el clima acompaña, con el sol atardeciendo de fondo. Originalmente fueron nueve, separadas del continente por la erosión del Océano Antártico sobre los acantilados, que sigue y seguirá ocurriendo naturalmente con los años. Pero la primera cayó en el 2005 y la siguiente en el 2009, dejando solamente 7 Apóstoles al día de hoy, visibles desde la ruta pero mucho más apreciables desde las pasarelas de los distintos miradores del parque nacional, accesibles en sillas de ruedas (gran punto a favor para mi abuela, la cuarta integrante del viaje).

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Los 12 Apóstoles son la tercera atracción turística más popular del país, después de Uluru y la Gran Barrera de Coral. Foto: M.W.

Para quienes se conforman con lo recorrido hasta el momento, pueden terminar este hermoso viaje en carretera en los 12 Apóstoles o seguir andando media hora más, frenando en otros miradores para admirar formaciones igual de imponentes: Loch ard Gorge, London Bridge, The Grotto y, ahora sí, el último, Bay of Islands, que llegamos con el último rayo de sol y también de aliento.

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El Parque Nacional Port Campbell recibe más de 2 millones de visitas por año. Foto: M.W.

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